A pesar de los dos siglos que separan las privanzas del Conde-Duque de Olivares y Manuel Godoy, los puntos comunes entre ambos personajes tanto a nivel político como cultural son destacables.

Gaspar de Guzmán alcanzó la situación de valido del rey Felipe IV en 1622 tras la muerte de su tío Baltasar de Zúñiga, hasta entonces favorito del rey en detrimento del duque de Uceda. Su ascensión en la Corte fue rápida y los títulos se fueron sumando: Gran Canciller de Indias, General de la Caballería española, Alcaide del Alcázar de Sevilla, etc. Del mismo modo, desde su puesto de ministro emprendió una serie de reformas importantes: desde diversos modos de impulsar la maltrecha economía española hasta el intento asimismo fallido de unificar la monarquía austríaca según los preceptos del reino de Castilla («Gran Memorial» de 1624). Por todo ello, la figura del Conde-Duque despertó recelos y suspicacias, y quizá alguna que otra envidia entre los habitantes de la España del XVII. Tras las insurrecciones en Cataluña y Portugal, además del levantamiento de Andalucía, Olivares perdió su poder en 1643 y se encontró abocado al exilio, primero en Loeches y después en Toro. Desde entonces, la figura de Olivares ha sido denostada y acusada de autoritarismo y exceso de ambición.

Sin embargo, su relación con el mundo de las artes fue prolífica. Impulsó la persona y el trabajo de Velázquez (de origen sevillano como él) dentro de la Corte. Por ello, precisamente el pintor es el autor del retrato más conocido del noble, El Conde Duque de Olivares a caballo, con fecha de 1634. Presumiblemente se hizo tras el éxito de las tropas españolas frente a la invasión francesa en la batalla de Fuenterrabía, movimiento militar dirigido con Olivares. Aparece en el cuadro ataviado con banda y bengala, símbolos de poder*.

Igualmente, relacionado con el poder del valido se encuentra la génesis y escritura del denominado «manuscrito Chacón». Don Antonio Chacón, señor de Polvorança copia en un precioso manuscrito las Obras completas de Góngora, bajo la supervisión del autor (como él mismo confirma). La colaboración entre el poeta y el amanuense busca la protección y el favor del Conde-Duque, además de una retribución económica. Es conocida y amplia la bibliofilia de Olivares, y por ello es el destinatario de esta bella copia dedicada a su persona; precisamente este hecho condiciona la configuración de la obra, puesto que se eliminan multitud de textos satíricos (muy valiosos en el momento) y casi todos los escritos sobre las polémicas con Lope y Quevedo. Esta copia se conservó durante largo tiempo en la biblioteca de Olivares y en la actualidad se encuentra entre los fondos de la BNE.

En 1792 comienza el período de valimiento de Manuel Godoy, que duró un total de doce años repartidos en dos períodos: 1792-1797 y 1801-1808. Ya instaurada la dinastía de los Borbones, Godoy ejerce su poder bajo el reinado de Carlos IV. De origen humilde, pronto acumuló nombramientos: Príncipe de la Paz, Regidor Perpetuo de la villa de Madrid, Caballero del Toisón de Oro, etcétera. llegando a alcanzar una situación equiparable al mismo rey, y por supuesto con un poder superior al que tuvo Olivares. La reacción de los súbditos y en especial de la nobleza fue la hostilidad y el rechazo a las reformas propuestas por el valido; entre las más polémicas destaca un plan de reducir los privilegios de las clases nobles, que le observaban con reticencia debido a su pobre origen y su rápido ascenso. Asimismo, se rumoreaba que Godoy frecuentaba las habitaciones de la reina María Luisa.

A pesar de varios triunfos políticos como la Paz de Basilea o la Guerra de las Naranjas, tanto Godoy como el propio Carlos IV cayeron del poder en el Motín de Aranjuez el 19 de marzo de 1808 cuando ciudadanos humildes y nobles atacaron su residencia. Después se vio forzado al exilio, primero en Roma y después en París donde acabaría sus días.

En el terreno artístico, Godoy fue un importante mecenas en su época; Goya, Meléndez Valdés, Moratín o Forner figuraron entre sus protegidos. A esta estrecha relación debemos el retrato del valido tras la victoria en la Guerra de las Naranjas, obra de Francisco de Goya. Vestido con uniforme y condecoraciones múltiples, Godoy se encuentra sentado y tranquilo tras resultar vencedoras las tropas españolas en su conflicto con Portugal.

Desde la literatura, destaca el favor del ministro al escritor ilustrado Juan Pablo Forner, al que nombra Fiscal de la Audiencia de Sevilla. De origen extremeño (como Godoy), proyecta en sus obras una marcada ideología nacionalista y escribe multitud de textos satíricos, de carácter tan despiadado que su publicación necesitaba autorización real. Un buen ejemplo de ello fueron las Exequias de la lengua castellana: Sátira menipea  en las que el autor critica duramente la literatura de su época elogiando las glorias pasadas, en un viaje al Parnaso. Tras un intento de publicación, Forner recibe una nota de Godoy en la que le confirma la imposibilidad de tal proyecto a pesar de la necesidad “de salir a luz en tiempos que no sean tan críticos como estos”. Sin embargo, como agradecimiento a su elección como Fiscal del Consejo de Castilla, Forner compila sus obras y se las regala de forma manuscrita al valido. De este modo, el autor ve recopilada su sátira al mismo tiempo que elogia la figura de Godoy por los favores personales. Igualmente, dicho manuscrito se encuentra en la BNE.

* Para más información sobre el cuadro, ver:

Reflexiones y trabajos críticos recientes sobre la figura de Olivares (y algo más) de S. Cohen

Diego Velázquez y tres imágenes a propósito del poder en la época de los Austrias de A. Loeza