“La pintura (como la poesía) escoge en lo universal lo que juzga más a propósito para sus fines: reúne en un solo personaje fantástico, circunstancias y caracteres que la naturaleza presenta repartidos en muchos,y de esta combinación, ingeniosamente dispuesta, resulta aquella feliz imitación”

                                                    Francisco de Goya y Lucientes

El sueño de la razón, título de una obra de Buero Vallejo y del Capricho número 43 de Francisco de Goya, en éste último caso acompañado por “produce monstruos”. En el grabado encontramos al propio pintor dormitando sobre su mesa de trabajo, rodeado por diferentes animales que parecen atormentar su sueño, además de la frase aclaratoria adjunta. Se trata de un ejemplo preciso de la relación entre imagen y palabra; un texto visual acompañado de uno verbal, que se producen de manera simultánea, mientras que predomina la imagen pero al mismo tiempo la palabra reduce las posibilidades de interpretación y especifica el contenido. Según el propio Buero Vallejo, Goya y su pintura ofrecían muchas posibilidades a la hora de establecer una sólida relación entre el aspecto verbal y el visual, podemos verlo en sus grabados, donde cada imagen tiene su correlato escrito. No se trata de pintura decorativa, sino que tras ella subyace un claro propósito crítico y satírico, por ello se puede percibir claramente el tema de cada una de ellas. Además de para limitar las posibles interpretaciones de una misma imagen, el texto sirve para hacerla más accesible al público. Si no podía comprender la imagen porque carecía de intuición o educación visual, la frase podía servir de aclaración respecto a lo que se estaba viendo. Esta cualidad de Goya, que domina tanto la escritura como la pintura, hace posible una estrecha colaboración interartística. La elección de Goya como protagonista de la obra no fue casual; Buero era consciente de las posibilidades que le ofrecía para construir una compleja y efectiva pieza teatral.

Además del grabado al que se hace alusión desde el mismo título, a lo largo de la pieza dramática encontramos representadas otras pinturas de Goya, de igual carácter grotesco y turbio,  representación de los estados anímicos del autor. Se trata de otros títulos clasificados dentro de la producción de las Pinturas negras que colgaban de las paredes de la Quinta del Sordo, como “El Santo Oficio”, “Saturno devorando a un hijo” y “El Aquelarre”. 

En las últimas páginas del texto, encontramos repetido de manera sistemática y casi histérica la frase “Si amanece nos vamos”, precisamente el título del Capricho número 71. Es un claro indicativo de la actitud ilustrada propia de Goya:

El amanecer, es decir, la claridad solar, el triunfo de la luz renacida, ahuyenta los trasgos, brujas y duendes, cuyos dominios son la oscuridad y la noche. Ese amanecer es, sin duda, el resplandor luminoso de la ciencia, del saber, de la verdad descubierta y triunfante, tras esa especie de noche permanente que parece constituir la historia de España. (A. Buero Vallejo, El sueño de la razón, Madrid, Austral, 2009, p. 151)